“Fue un corte a mi dignidad”…“como soy chileno no me dieron la posibilidad de reivindicarme”. Roberto Rojas
Llegar a la opción de derramar sangre, significa extremar los recursos hasta un punto irracional para cualquier individuo o institución. Hubo un día en que un jugador de Chile creyó que el derrame de su propia sangre arreglaría las cosas.
Esta semana se cumplieron 25 años del “Condorazo”, así prefiero llamar a la estúpida maniobra ejecutada por el ex arquero de la selección chilena, Colo Colo y Sao Paulo, Roberto “cóndor” Rojas, porque el autentico “Maracanazo” se trato de un logro deportivo épico y no de un acto deshonesto sin parangón. De este hecho han surgido múltiples versiones por parte de los involucrados y todavía no se llega a la verdad sobre las responsabilidades que tuvieron los cercanos al guardameta. Lo único cierto es que este cuento de la bengala fue, es y será reprochado por todos, y que además dejo al futbol chileno “picado” y con ganas de revancha. Por ser un acto híper analizado y por respeto a la figura de un eximio portero como “el cóndor”, no vale la pena profundizar en detalles sobre el 3 de Septiembre del 89, pero si en sus consecuencias.
Tratándose de un partido por las eliminatorias para el mundial de Italia 90, lo acaecido en el Maracaná paso a ser una vergüenza mundial para Chile, en pocos días, convirtiéndose en una de las acciones, en cancha, mas anti Fair Play de la historia del futbol. Eran tiempos donde la inexistente globalización de las comunicaciones no exhibía las cualidades de nuestro país al mundo, entonces, obviamente el prestigio que se empezaba a ganar Chile se vio menoscabado, no sólo el de los futbolistas nacionales, sino que el de la cultura entera de la sociedad chilena. En lo deportivo, la consecuencia más trascendental -excluyendo el castigo a perpetuidad para el portero- fue la decisión de la FIFA de marginar a la selección de las eliminatorias para la Copa Mundial de EE.UU 94, lo que derivo en el desaprovechamiento de la exitosa generación del 91, de buen rendimiento en la Copa América y campeón de la Copa Libertadores con Colo Colo y en una desvalorización del medio nacional en el planeta futbol.
Para gente que nació después del 85 (como yo) la época que vino fue nefasta a nivel de selección. Después del 91 pasarían 5 años de total oscurantismo a nivel de selección, como si el humo de la bengala no hubiese querido dispersarse. Para el mundial de Estados Unidos ya no se hablaba del “condoro” de Rojas, por lo que era difícil entender para mí y mis coetáneos, la razón del por que Chile no aparecía ni siquiera en los grupos que se disputaban el ingreso a la Copa del Mundo. De hecho, no tengo recuerdos de la selección de ese tiempo, no existía en representatividad y calidad. No quedaba otra que divertirse viendo partidos como el 0-5 que le propino Colombia a Argentina.
El restablecimiento definitivo de la identidad futbolística chilena llego en Junio del año 96 con el recordado 1-1 entre Venezuela (local) y el Chile dirigido por el caricaturesco “bigotón” Azkargorta. Esa eliminatoria, comandada por la dupla Za-Sa, fue una verdadera catarsis colectiva. Al igual como sucedió en el periodo de transición hacia la democracia, el pueblo chileno volvió a unirse en pos de una causa, vibrando en una sintonía de pasión y éxtasis. Durante las dos rondas (años 96-97) que duro esta etapa clasificatoria, los amantes (y los no tanto) del futbol botaron la energía acumulada por mucho tiempo. El 98 la generación a la que pertenezco ansiaba ver a su selección en un mundial, era un acontecimiento inédito para nosotros, que se esperaba hace casi una década y de la que todos queríamos ser parte.
Nunca podremos dimensionar las reales secuelas que trajo este pirotécnico hito deportivo para el futbol chileno. De todas formas, es triste pensar que nuestros mayores recuerdos tengan que ver con desgracias como: el penal errado por Carlos Caszely, el “condoro” del Maracaná y ahora ultimo el palo de Pinilla, inmortalizado por el mismo en su espalda.
Cicatrizada la herida abierta por Roberto Rojas y en un periodo donde Chile no necesita de trampas para ganarle a cualquier selección, tiene que llegar la hora de que superemos el tercer lugar en el mundial del 62 y consigamos, con este futbol cada vez más profesionalizado, una Copa América al menos, la que hasta Bolivia ostenta. Así, acompañado de un energético “pato yáñez” le gritaremos ¡Toma! al destino.