Siempre me ha sorprendido la dificultad que tienen los equipos para “sacar” jugadores jóvenes (de inferiores) y de calidad que puedan jugar en primera. El fútbol es el deporte más popular y querer ser cuando grandes futbolista es una proyección muy recurrente entre los niños, entonces ¿Cómo no va a ser posible obtener más sangre nueva de la que encontramos hoy por hoy en los clubes de fútbol? ¿Cómo los equipos no van a poder rescatar cientos de talentos de sus semilleros? Las nuevas camadas de astros del fútbol deberían ser como una plaga de langostas que se devoraran el pasto de cada cancha, no tendría que ser necesario un complejo como La Masía de Barcelona o los planes formativos de Alemania, Holanda y/o Francia para que los niños y adolescentes buenos para la pelota terminaran en los mundiales. Porque aparte de lineamientos técnicos, el fútbol es naturaleza, sale por los poros, es un juego donde mientras más fluya el don del intérprete, los resultados son mejores.
Está instalada la certeza de que un equipo para rendir de buena forma y poder optar a campeonar debe ser en su mayoría un equipo de “sandias caladas”, lo que pasa después es que si estas sandias (que muchas veces son unos gordos como la fruta) fracasan, entre la barra y la prensa se encargan de sacar a estos denominados experimentados y el clamor popular empieza a sugerir que se convoque a los juveniles. Se escuchan frases como “los cabritos no tienen miedo” “los jóvenes sí que sienten la camiseta” “los chiquillos sí que la van a sudar”. Entendamos que las buenas actuaciones, en el trabajo que sea, son una cosa de oportunidades, no niego que la experiencia es fundamental, pero no lo es todo, sino fijémonos en Rafael Nadal que a los 17 ya estaba entre los 100 mejores tenistas del mundo y alcanzaba una tercera ronda en Wimbledon. Con esto quiero decir que ¡se puede construir un equipo cargado a la juventud! se estaría aprovechando la fuerza de un físico con poca edad (solo Francesco Totti le anota un gol al Manchester City por la Liga de Campeones a los 38 años) y con un buen apoyo técnico creo que a partir de los 17 (adultez física) estarían preparados para asumir cualquier desafío, tomando en cuenta que cada vez a los niños se les diseñan más competencias para su desarrollo sicológico prematuro.
Luego de esta larga previa llegamos a los dichos de Héctor Tapia en los que pide refuerzos “Tienen que llegar tres hombres sí o sí, con eso estaríamos bien”. ¿Tienen que hacerse púbicas las necesidades de un DT? Hacer este tipo de declaraciones, aparte de sonar a justificación, es una falta de respeto para el equipo al cual se conduce. Pero como no comprender la situación de Héctor Tapia si es que tiene de jefe a Arturo Salah, un hombre que exaspera a cualquiera con su tibieza de gestión y que a las peticiones de Tapia respondió “haremos nuestro mejor esfuerzo como siempre para tener a los mejores jugadores, pero eso es largo plazo”. Hace pocos días vimos a Marcelo Bielsa haciendo algo parecido a lo del DT albo, con papel en mano fue enumerando el listado de jugadores que el solicitó a la dirigencia del Olympique de Marsella, de los que ninguno fue traído al equipo francés, en buen chileno eso se llama salvarse solo. El tema de fondo es que a Héctor Tapia y más aun a Marcelo Bielsa (por haber llegado hace poco a la banca del equipo francés), obviamente les es difícil echar mano a los jugadores de las inferiores y acaban por buscar afuera, porque para conocer fielmente la realidad interna de un equipo en todos sus segmentos es imperioso tener tiempo para desarrollar un proyecto a largo plazo, lo que le llaman desplegar un proceso. El nombre por antonomasia que aparece cuando se habla de proceso es el de Arsene Wenger, quien lleva 18 años a cargo de la planificación futbolística (manager) del Arsenal y que en relación al tema formativo afirmó “yo no traigo estrellas, las hago”.
En resumen, estoy convencido que por generación sería muy factible la maduración de cientos de jugadores por institución que nutrieran las filas de los primeros equipos. Valdivia, Vidal, Fernández y Bravo jugaban en el mismo equipo, ese Colo Colo no requirió de argentinos “galletas” para expresar un excelente futbol y terminar ganando fortunas por la venta de estos jugadores. Es lógico que Héctor Tapia quiera traer figuras como Lucas Barrios o Fabián Orellana, pero también lo es, recordar ese mundial sub 17 en Japón donde participó y acordarse de todo el potencial que tenía esa selección juvenil. El mismo potencial que podría encontrar en los cadetes del cacique, considerando que el tiempo contractual está a favor de la dupla Tapia-Riffo, según lo expresado por la dirigencia colocolina. El futbol moderno es pura dinámica, cualidad que define a los más jóvenes.