Hace muchos años atrás fui el lanzamiento de un libro de fútbol escrito por Pancho Mouat en el Café Literario de Providencia. No logro recordar cuál era el título del libro, pero creo estar cerca si apuesto por Nuevas Historias del Fútbol. Previo a los comentarios de los presentadores, nos mostró un video acerca de la leyenda de “La Palomita de Poy”. Este documental trataba de una semifinal del torneo argentino en donde se enfrentaban los clásicos rivales de la ciudad de Rosario: Newell’s Old Boys y Rosario Central. El delantero argentino Aldo Pedro Poy le dio el paso a la final al club canalla con una recordada y festejada palomita. Luego de esto, se transformó en leyenda y en una alegría constante que se va traspasando de generación en generación. Cada 19 de diciembre diversos hinchas y en variadas localidades se juntan a compartir, celebrar y recrear la palomita de Poy. De ahí surge mi pregunta: en Chile ¿por qué no celebramos nada?
Este fue un fin de semana en donde no tuvimos fútbol nacional y en donde podría haber escrito acerca del fracaso de la Selección Sub 20, de nuestra política de inferiores o del cómo los Clubes y la Federación están tapando a nuestros cadetes. Sin embargo, no sé por qué recordé la Palomita de Poy. Mientras me acordaba, pensaba: ¿qué gol de algún chileno se podría transformar en leyenda? En mi no tan corta vida he podido apreciar goles importantes para la Selección. Mi repaso tuvo respuestas tales como: Salas en Wembley a Inglaterra -por dejar mudo a un estadio completo con esa obra de arte-; el gol del Coto Sierra a Camerún, que nos da el paso a la segunda ronda de un mundial después de tantos años; el gol de Fernando Cornejo de tiro libre en Argentina que nos permitió rescatar un hermoso empate en Buenos Aires; y el gol de Beausejour contra Honduras por todo lo que significaba lograr marcar en una cita mundialista y que los tres puntos se quedaran con la Selección. Probablemente haya olvidado varios, con distintas relevancias para cada uno, pero me quedo con uno que no he podido olvidar por su trascendencia.
Para mí el gol que se podría transformar en una leyenda nace un 15 de octubre de 2008. Un joven ariete que en ese entonces militaba en Audax Italiano debutaba en la Selección con la gran responsabilidad de reemplazar a un suspendido Alexis Sánchez. En la soledad de mi pieza en la casa de mis papás me acosté a ver el partido. Al día siguiente tenía prueba en la Universidad y no por eso iba a dejar de ver un partido de Clasificatorias. No le habíamos ganado nunca a Argentina y uno siempre espera que los triunfos morales vayan quedando atrás. Ese día esperaba cambiar el “jugamos como nunca y perdimos como siempre” por un “por primera vez le ganamos a Argentina en Clasificatorias y le ganamos jugando bien”
Transcurría el primer tiempo cuando Waldo Ponce recupera la pelota luego de un saque de meta. La secuencia es la siguiente; Carmona, Medel, Droguett, Estrada, Fernández, Estrada, Beausejour, Medel, Carmona, Medel, Orellana, Gol en el arco sur del Estadio Nacional. El estadio explota y yo sólo en mi pieza grité silenciosamente el gol de la esperanza. Nos quedaba por sufrir un tiempo entero que fue eterno pero no por eso menos intenso. Finalmente Fabián Orellana cambió la historia y esa noche tuvo un debut soñado. No sólo por la hermosura de su gol, sino por la trascendencia de éste. Nunca le habíamos ganado a Argentina por los puntos y luego de una vida entera, por fin lo logramos.
En algún minuto lo conversábamos con compañeros del colegio y prometíamos juntarnos cada 15 de octubre a hacer un asado y repasar el gol paso a paso. Esto hasta el día de hoy no ha pasado. Pero nunca es tarde para poder reconocer este tipo de éxitos. Si el gol de Aldo Pedro Poy trasciende hasta el día de hoy, ¿por qué no recordar a Orellana como un gol histórico más allá del apodo que en su entonces le pusieron los periodistas deportivos? ¿Por qué no contarles a mis hijos que los 15 de octubre se celebra el término de un triunfo moral y sentarme con ellos a ver el partido completo? Gracias, Histórico.