Analizar el debut copero de Colo Colo llenaria la totalidad de esta columna, pero el episodio de las bengalas en el Estadio Nacional no puede ser ignorado por nadie y en cambio debe ser repudiado por todos. La conducta -en términos psicológicos- de un grupo de barristas de la Universidad de Chile, para mí no tiene dobles lecturas, expresa un egocentrismo y un individualismo que atenta contra todos los bienes de la institución. Digo todos, porque no es solo el hincha (de verdad) de la U el que sufre, sino que ahora el club arriesga un cuantiosa multa y el castigo de jugar sin público. La campaña que hizo de mitad de semana el club, en la que mediante un video invitaba a la barra a no violar las reglas de la Conmebol que prohíben el uso de bengalas entre muchas otras indicaciones, no sirvió de nada. En relación a la torpeza de pocos individuos que prendieron aquellas bengalas, no creo que sea falta de conciencia, más bien el problema obedece a unas ganas irrefrenables de figurar. Si fuera una manera de protestar como dicen algunos, déjenme decirles que es bastante mediocre y contraproducente…puede desaparecer el equipo, el cuerpo técnico y los dirigentes, sin embargo ahí estarán los de las bengalas y bombas de ruido gritando al aire. Esto se explica porque esta gente no necesita de un partido de futbol para conseguir sus objetivos, para ellos la insignia del club es solo una excusa o pantalla para descargar emociones (por un lado) y para sacar dividendos (por el otro).
Colgándome de la misma Universidad y pasando al tema que nos convoca, desde la época de la U de Sampaoli no se veía ganar a un equipo chileno en una copa internacional con la autoridad que lo hizo Colo Colo frente a Atlético Mineiro. Los albos estuvieron sólidos y pragmáticos en su esquema. No hubo puntos bajos, todas las líneas funcionaron aceitadas y compactas entre sí. El nivel individual tampoco supo de puntos bajos y tuvo a Paredes, Flores, Valdez y Fierro entre los que descollaron. Son dos los conceptos con los que resumiría lo del miércoles en el Monumental, juego de equipo y sobretodo, jerarquía.
Concentrándose en lo micro: no observamos la famosa línea de tres en el fondo que se pensaba antes del encuentro, en vez, se mantuvieron los cuatro de siempre, lamentando en el final la lesión de Barroso. Tema a tener en cuenta, porque seguramente será el paraguayo Cáceres el que tendrá que jugar los próximos partidos, a quien no lo veo afirmado en el puesto. Otra sorpresa en la zaga, fue la improvisada posición de libero que adopto Valdez al final del segundo tiempo. Siguiendo la misma estrategia que utilizan muchos técnicos, poner a un talentoso atrás para mover los hilos, funciono. Otro elemento a destacar fue Felipe Flores y su ímpetu goleador. No es un jugador de técnica exquisita, pero lucha y mete como pocos. Ese tiro que pica antes de llegar al arco lo busco durante todo el primer tiempo hasta que le salió. Con Delgado aportan dinamismo y picardía a las bandas. El resto no es necesario seguir examinándolo porque ya está todo dicho, solo decir que están en un nivel superlativo, incluyendo a Suazo que de a poco toma ritmo.
Ahora viene para el Cacique: el 22 de local con Palestino y el 26 viajan a Bogotá a jugar con Independiente de Santa Fe, que viene de ganarle de visita al Atlas de México. Esto recién empieza, como dijo Héctor Tapia. Así que, es necesario enfocarse en el próximo desafío e ir paso a paso, que aunque es un cliché también es un mandamiento del futbol. Esto no solo corre para Colo Colo. Tanto Palestino como la U. de Chile dependen de ellos para clasificar y Chile necesita a sus exponentes en segunda fase.