Como es recurrente en nuestros fines de semana, junto a mi señora visitamos a nuestros padres para compartir de un agradable almuerzo. Esta vez nos tocó en la casa de mis papás quienes venían llegando de sus vacaciones en el sur. Después de descorchar una botella de vino y compartir unas ricas ensaladas, nos apostamos a una tarde futbolística. A las cuatro de la tarde la U jugaba contra la Universidad de Concepción, en donde el equipo azul lucharía por salir del fondo de la tabla y del pésimo inicio de campeonato que han tenido hasta el día de hoy. Posterior a aquello, jugaba Colo-Colo contra Palestino, en un duelo atractivo por todo lo que viene haciendo el equipo de la colonia.
Tres de los equipos que animaban la jornada de la tarde de hoy participaron en la Copa Libertadores en la semana. Sólo Colo-Colo obtuvo un triunfo ante un bajo Atlético Mineiro. Palestino cayó ante Boca Juniors en Santa Laura y la U perdió con Emelec en el Estadio Nacional. Me quiero detener en este último partido, no en el juego sino en el actuar de algunos barristas o mal llamados hinchas.
El club hizo una campaña durante la semana para que los hinchas tuvieran un buen comportamiento en el estadio y así no arriesgar algún tipo de castigo por bengalas, bombas de ruidos u otros artefactos que la Confederación ha prohibido. El escenario era complicado. El equipo no anda bien y desde hace algún tiempo hasta ahora los clubes han querido desmarcarse de estos barristas. En ese partido apareció un bombo que eludió todas las medidas de seguridad del recinto. Más adelante -y ya casi finalizando el encuentro- se prendieron bengalas claramente coordinadas por un puñado de personas que no logro poder calificar. Hinchas del club no creo que sean. Sabían que prendiendo las bengalas sólo perjudicarían a todos aquellas personas que van al estadio a ver fútbol. Personas que pagan su entrada o se abonan anualmente para ir a ver un espectáculo que no nace en la galería. ¿Cuál era la intención de estos personajes? Tampoco logro dar con la respuesta de aquello. Quizás sólo querían notoriedad, rebeldía absolutamente mal entendida o negociar con los dirigentes del club para que a cambio de dinero o entradas ellos le dan la “seguridad” al espectáculo. Teorías quizás pueden haber muchas. Yo no tengo certeza de ninguna.
El problema es que estos tipos son más transversales de lo que uno mismo pensaría. Tontitos hay en todas partes y en todas las barras. Al “espectáculo” que dieron los hinchas de la U en la semana se suma lo que pasó hoy en el Estadio Monumental. Mientras veía el partido de Colo-Colo, alguien subió una foto de un lienzo que posó la Garra Blanca y que amenazaba con que si no volvía la fiesta no había Copa América. ¿Qué se creen estos tipos? ¿Creerán que van a privar a un país entero por sus caprichos, luchas de ego o liderazgo en las barras o eventuales negocios con los clubes? ¿Quién realmente es el responsable de estos individuos? ¿Realmente dejándolos entrar el bombo al estadio se calmarán los ánimos? ¿Cuál es la fiesta que tanto les hace falta? Al menos mi fiesta es ver a mi equipo campeón o ganando un clásico.
Posterior a los hechos ocurridos en la semana, un periodista aseguraba enfáticamente que los clubes sabían quiénes eran, dónde vivían y hasta casi qué comían o hacían en sus tiempos libres. Le pregunté a través de una red social quiénes eran y no obtuve respuesta más que un bloqueo. Nadie se hace cargo del problema de fondo. Ni el gobierno, ni los clubes, ni los medios de comunicación. Espero que esto cambie o terminaremos jugando sin público de visita o con quizás qué política restrictiva que lo único que traerá como consecuencia, es seguir alejando a la gente del estadio y abonándose al operador que transmite los partidos. Yo creo tener un poco más de esperanza y que cuando nazcan mis hijos llevarlos al estadio, de la mano, tranquilos a ver fútbol. Tal como cuando era niño íbamos con mi papá, mi abuelo y mis tíos. El fútbol es ese hermoso deporte que se juega dentro de la cancha y no en la galería.