Hace algunos días atrás mi señora me comentó que el día domingo teníamos el bautizo de dos princesas, Antonia y Magdalena. Lo primero que pensé fue si a Pedro, el abuelo y acérrimo fanático de la U, le habían comentado que a esa misma hora estaría disputándose el clásico universitario. Mientras le comentaba esto a mi señora, Yuyú -madre de las hermosas niñas- le transmitía que entendería de todo corazón si asistía o no al bautizo que se realizaría en la iglesia del Colegio San Ignacio. En ese minuto sólo pensé que a veces hay cosas más importantes que el fútbol. Esa fue mi respuesta claramente pensando que probablemente no podría sacarme de la cabeza el clásico universitario, dada la trascendencia que tendría luego de la victoria de Cobresal el día anterior en el Estadio Monumental.
Al llegar a la capilla, le comenté a Pedro que este día sus nietas le darían más de una alegría para celebrar. La ceremonia finalizó alrededor de las doce del día y nos dirigimos a la casa de Nico y Yuyú quienes nos tenían una muy grata Recepción. Como Pedro entendió que el partido era también parte trascendental de lo que podía ocurrir este día, me indicó que su hijo (también llamado Pedro) se encontraba dos pisos más abajo viendo el partido. Él nos comunicó el gol de Canales y mientras las ganas de ver el partido crecían, lo vimos subiendo al segundo piso del departamento de nuestros amigos el decodificador para disfrutar el segundo tiempo del mencionado Clásico.
De un minuto a otro, nos vimos todos en la pieza de los padres, hinchas de Colo-Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica. Comentábamos lo débil que se presentó la defensa cruzada; lo frágil que se veía ante las entradas de Canales, Ubilla o Maxi Rodríguez. Un entretenido partido nos planteaban las Universidades y hablábamos acerca de la gran campaña de Cobresal y lo abismante que sería una alegría para el norte de nuestro país. Vimos un partido de ir y venir. Ríos se encargó de demostrar qué es lo que significa el “mojar la camiseta”. Retó, luchó, gritó y fue a cada pelota como si fuese la última.
En el segundo tiempo vimos ingresar a Diego Rojas, parte de las inferiores de Católica. Casi de manera unánime nos preguntamos acerca del rol de las divisiones inferiores de los clubes en nuestro país. El hijo de Pedro opinaba lo importante que habían sido para nuestro fútbol las inferiores de Cobreloa y Huachipato. Concordando con lo que planteaba en ese minuto, me preguntaba qué pasaba con las inferiores de los clubes grandes en dónde parecen no tener espacio los jugadores oriundos de la cantera.
En algún minuto la ANFP trató de potenciar a los juveniles en los equipos grandes. Hoy en día pareciera que estamos asimilando lo que ocurre en el Campeonato Argentino, en el cual se venden los chicos a temprana edad y el fútbol nacional pierde total potencia en el componente. Todo esto teniendo como antecedente el fracaso de nuestras divisiones inferiores. Espero de verdad que podamos darle tiraje a los juveniles y que éstos no pierdan el nivel de competitividad y que no se vendan a nuestras promesas a temprana edad a clubes donde sólo son suplentes sin lograr el desafío necesario para nuestro fútbol. Esa renovación es parte importante de lo que también le falta a nuestra Selección. En vistas de la Copa América, espero que la “asociación” también haga una reflexión del momento que vivimos hoy.
Son las diez de la noche y -mientras se sigue jugando una partida de dudo sobre la mesa espectadora de todos estos análisis-, sólo le recordaré a Pedro que sus nietas llegaron con la marraqueta bajo el brazo y que este domingo no lo olvidaremos con facilidad. Espero que mis hijos también me den el regocijo que hoy siente el abuelo de estas hermosas princesas y volvamos a gritar con la pasión que conozco la gran alegría del gol.