La semana pasada alguien me comentó que el sábado en la noche se llevaría a cabo la pelea del siglo entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao. La verdad es que soy un ignorante en box y entiendo muy pocas reglas de aquel deporte. Traté de leer algunos detalles de tan magno evento que se avecinaba. Amigos me explicaron cuántos asaltos se disputarían, qué pasaba si caía tres veces al suelo en el mismo round y qué significancia tenía esta pelea. La verdad es que después de tanto hablar debo reconocer que me dieron ganas de ver la pelea. En resumen aguanté hasta el sexto round y me quedé dormido. Me quedé con la impresión de que el deporte sí se había transformado en un tremendísimo negocio, en donde cada detalle costaba miles o millones de dólares. Desperté en la mañana con la noticia de que el estadounidense había ganado por una decisión de los jueces.
No cuestioné ni un segundo mi decisión de dormir cuando ya eran alrededor de la 1 de la mañana del domingo. Siempre pensé que la verdadera pelea del fin de semana se viviría en Chillán el domingo a las 15:30 horas. Un descendido Cobreloa debía visitar a Ñublense luego que la ANFP castigara con tres puntos y que lo condenaría a jugar en la primera B el próximo campeonato. En una decisión que, a mi juicio, peca de malísimos manejos comunicacionales por parte de la Federación. El partido se disputaba el fin de semana y por primera vez en la historia, el equipo de Calama descendía de categoría. Por lo demás, el reglamento no es claro y la interpretación se tornó como un factor principal para la decisión que fue tomada. Eso permitía que el partido ya fuera casi un morbo. Los ingredientes estaban todos sobre la mesa. Era casi seguro que alguna excentricidad nos regalaría el Fantasma Figueroa. Con su personalidad, esta visita a Chillán no pasaría desapercibida.
Junto a mi señora, pedimos almuerzo para saborear lo que acontecería a las 15:30 horas. Todo partió cuando el equipo de Cobreloa saludó a los árbitros y luego de aquello no siguió saludando a los chillanejos. El primer antecedente de que más de un jugador no iba a terminar los noventa minutos. Cobreloa partió ganando el partido lo que significaba que independiente a cualquier otro resultado en los demás partidos de los involucrados (Antofagasta – O’Higgins y Arica – Audax Italiano). Mientras transcurría el primer tiempo una entrada muy fuerte de Sanhueza es castigada con tarjeta roja por el juez Tobar. A mi criterio bien expulsado el jugador. La patada fue a la altura de la rodilla e incluso agarra el tobillo del pie de apoyo del jugador de Ñublense. Dentro de todos los alegatos que emanaban desde la banca de Cobreloa, Tobar se acercó y expulsó a Figueroa. En el trayecto a camarines, Figueroa agarra un micrófono del CDF e increpa al Presidente de Ñublense, Patrick Kiblisky (el mismo que denunció a Palestino cuando éstos usaron el mapa de Palestina en reemplazo del número 1 en sus camisetas) diciéndole “Kiblisky, eres una rata”. El partido y el morbo se acrecentaban. El espectáculo ya se vivía fuera de la cancha. Me preguntaba qué pasaría ahora. Cobreloa estaba descendido por secretaría y Ñublense se estaba yendo con ellos a la primera B.
El transcurso del partido fue relativamente normal y finalmente Ñublense termina venciendo a Cobreloa por 3 goles a 2. La verdad es que la decisión de la ANFP finalmente no intercedería en el desenlace final. Los paupérrimos rendimientos de Cobreloa y Ñublense eran lo que los hacía estar destinados a bajar de categoría. Ambos equipos jugaron a poco y a nada durante el año. Figueroa y el Nano Díaz son sólo los que dieron la cara en esta última etapa en donde intentaron salvarlos. Sin embargo, tampoco deben olvidar que Trobbiani, Vergara, Abraham y Basay, también están de alguna manera involucrados. Este partido se seguirá viviendo en la B y lo único que le pediría a los dirigentes desde esta humilde tribuna son dos cosas: 1.- No nos sigan enredando con ponderados, promedios y programaciones de descenso y 2.- Por favor preocúpense, o más bien ocúpense, de que el espectáculo se dé dentro de la cancha y no fuera de ella. Tomen decisiones en pro de una mayor competitividad y para que esas políticas sumen a nuestro fútbol. Señor Kiblisky: la categoría se gana en la cancha y no en secretaría buscando interpretar artículos que por lo demás no estaban claros en su totalidad. En tanto a los técnicos, jugadores y dirigentes involucrados: un poco de autocrítica no les hará nada de mal. Se acabó el torneo y otra vez fue ensuciado por sus protagonistas.