Uno los periodos más oscuros de la historia de la humanidad fue la Edad Media. Un periodo tenebroso donde la sociedad giraba sobre la figura de Dios. Bajo esta premisa miles de Reyes justificaron gobernar a sus súbditos bajo un precepto de poder heredado desde la divinidad.
Uno de los principales aliados de los reyes fue la Iglesia Católica, una organización que busco perpetuar su influencia mediante el control ideológico y la Teo política. Los Reyes fundamentaron su autoridad en el control coercitivo y espiritual de la población que vivía en sus feudos.
La iglesia Católica, también, encabezo una de las más grandes matanzas justificadas en la divinidad. En España nace en el 1478, propuesta del rey Fernando V y la reina Isabel I. Un periodo manchado con la sangre de las víctimas de los inquisidores que buscaban la personificación del diablo en sus víctimas.
Una figura oscura que encabezó la persecución fue el fray Tomás de Torquemada. Él fue nombrado inquisidor general en el año 1483. La Inquisición vigiló la vida de cada individuo en España y condenó a muerte a los sospechosos de rivalizar con su autoridad.
Algo similar estaría ocurriendo en Colo-Colo. El técnico, José Luis Sierra, estaría por eliminar cualquier voz disonante que se escuche desde el camarín del cacique. Una idea que pondría en peligro de extinción a los caudillos “albos”, jugadores como Esteban Paredes, Jaime Valdés, Gonzalo Fierro y Esteban Pavez podrían ver sus cabezas rodar en un ejercicio disfrazo de traspaso, venta o mejor futuro.
Una medida que se usa para limpiar de competencia las instrucciones del técnico, una propuesta que apunta a homogenizar y acallar cualquier posibilidad de crítica. La técnica de José Luis “coto” Sierra es antigua y ha sido utilizada por los más grandes líderes políticos del mundo, se utilizó en Alemania y fue conocida como la Noche de los Cuchillos Largos.
Con todas las diferencias que la comparación amerita, lo de Sierra no es tan drástico, pero si tiene el cariz de buscar imponer un régimen totalitario en Pedrero. Buscar así tener el control total de las decisiones técnicas sobre sacar o poner determinados jugadores, pasando incluso por las decisiones internas del camarín y los símbolos de la institución. Un ejercicio similar realizó en Unión Española.
Un técnico con mal manejo de grupo, siempre provocará ruido de sables en los camarines, sobre todo en el de Colo-Colo. Un técnico que no sale a ganar y buscar dosificar como contra San Marcos de Arica, siempre va encontrar la desaprobación de la hinchada y de los referentes como eco de una hinchada acostumbrada a ganar.
El mal manejo de grupo crece como la mala hierba al interior de los planteles. Y se va enredando y metiendo en los cimientos del trabajo en la semana y los partido de la fecha. Así un técnico empieza a ver cómo su trabajo no rinde frutos, los jugadores no hacen caso, y lo que es peor, no creen en su discurso.
La rebeldía se empieza a cimentar, los jugadores empiezan a tomar decisiones personales, como lo hiciera Chile en el partido con México. En ese partido Claudio Bravo y Jorge Valdivia reordenaron el equipo que Jorge Sampaoli había puesto sobre el césped del Estadio Nacional. Mandaron, específicamente, a Eduardo Vargas a jugar de delantero, así el jugador abandonó la tarea de marcar al mexicano Corona.
El manejo de grupo debería ser un ítem a revisar antes de cualquier contratación, ya que es, más o igual de importante, que el palmarés futbolístico del técnico. Ser un 10 recordado en la selección chileno u de otro país, no te asegura ser un buen técnico y mucho menos, tener buen manejo de situaciones conflictivas u emotivas.
Veamos el manejo de Mario Salas, el técnico logró soportar los embates de no poder lograr campeonar con Universidad Católica, además de cargar con la mochila de “segundones” de los jugadores. Salas realizó un trabajo con diferentes especialistas para poder mantener al plantel unido y concentrado. En algunas ocasiones, acusó que lo jugadores no estuvieron a la altura de la situación, pero ninguno de sus pupilos salió a declarar en contra del técnico.
Finalmente, en un partido complicado, Mario Salas apeló a su liderazgo, arengó a sus jugadores que supieron responderle en cancha con el título número 11 de Universidad Católica. En la celebración, referentes, como Fernando Cordero y Cristián Álvarez que no jugaron salieron a saludarlo y agradecerle su labor.
Dos maneras de dirigir grupos, la primera es culpar a todos los demás por nuestros errores. La segunda es construir una verdad positiva, basándonos en la superación de los errores pasados.