Interesante cuantificación sobre el fútbol chileno pudimos extraer esta semana de la tradicional encuesta Cadem. Por ejemplo; la violencia en los estadios es por lejos la principal razón de los estadios vacíos. Las otras causas son -en orden descendente- el alto valor de las entradas, el bajo nivel del torneo y la comodidad de verlo por televisión; al evaluar la calidad del campeonato nacional los porcentajes de bueno, malo y regular se segmentaron en tercios similares; y en el ítem de equipo favorito Universidad Católica prácticamente comparte la tercera ubicación (tras CC y la U) con el Barcelona. Además, distintos clubes extranjeros fueron desplazando a equipos tradicionales del país. Lo lamentable es que estas cifras no sorprenden. No es cosa rara que más de un 60% de los consultados piensen que el torneo nacional es malo o regular o que la violencia este desertificando los estadios o que la preferencia por el Real Madrid -equipo sin chilenos- sea mayor a la de Wanderers, O’Higgins y Unión Española. Los honestos números respaldan lo que vienen prediciendo un montón de subjetividades hace largo tiempo: la decadencia del fútbol chileno.
Hay factores que trascienden las fronteras y que nos ayudan a entender una realidad tan amarga. Podemos decir que la violencia es un síntoma de la desigualdad social, que los altos precios de los tickets tienen que ver con el libre mercado y que la globalización hizo desaparecer las raíces, ofreciendo otros grupos de pertenencia. Podemos intentar ver el bosque desde arriba y fijarnos en que las instituciones en general están derrumbándose. Sin salirse del ámbito deportivo, la vergüenza de la FIFA, seguida por los bochornosos sobornos del tenis, es un ejemplo claro. La cuestión es que desde esta contextualización desesperanzadora de sociedad tercermundista se puede aspirar a poseer un medio futbolístico más saludable. Para que esto ocurra debemos construir sobre planificaciones estructurales llevadas a cabo por gente apta. Europa ya escribió el manual, solo hay que adaptarlo a la idiosincrasia local. Esto es lo contrario a lo que se ha realizado hasta ahora (en manos de los “mismos de siempre”), descansando en individuales o éxitos parciales que son pan para hoy y hambre para mañana.
Nos encandilamos demasiado con hechos particulares, perdiendo de vista el trabajo subterráneo, el cual es el que da los verdaderos frutos. No sacamos nada con embobarnos con la época de Jadue, Sampaoli y la generación dorada, si en cinco años más la despensa quedara vacía. Cuidado con que esta pelota que rueda hacia abajo agarre vuelo y progresivamente se vaya borrando el prestigio ganado por la roja. 25 años después de que Colo Colo ganara la Libertadores, jugadores de Independiente del Valle (próximo rival) afirman no conocer a los albos. Y no es de extrañar, si el cacique no supera la primera fase de esta copa hace 9 años. Algo parecido ocurrió con Universidad de Chile. En cinco años la reputación alcanzada con la obtención de la Sudamericana fue decayendo hasta tocar fondo frente a River Plate de Uruguay. Cobreloa en la B, Wanderers casi quebrado, premios impagos de seleccionados juveniles y adultos. Uuuff.
Es natural que en un país escuálido en logros futbolísticos nos embriaguemos al estar cerca de cualquier copa. Sin embargo, ya gritamos la primera Copa América. Le ganamos por segunda vez a Argentina. Es hora de, en lo macro, organizar la anfp, de revisar las sociedades anónimas y las barras bravas…en lo micro, crear condiciones dignas de trabajo, enfocarse en las inferiores, disciplinar todavía más al futbolista chileno, contratar extranjeros por su aptitud y no por constituir un buen negocio bilateral…Es esencial re encantar al aficionado, dado que es el oxígeno del fútbol en términos monetarios y emocionales. Hasta que no aparezca la real voluntad por parte de los dirigentes para articular un torneo con estándares básicos de calidad, las nuevas generaciones seguirán viendo los partidos por la tv. Pero no por CDF, sino que por espn y fox o cualquier cadena que trasmita fútbol europeo. Pareciera que todas estas reflexiones, redundantes en la conciencia colectiva de quien se apasiona por el fútbol, no fueran más que limosnearle al desalmado mercenario de este deporte. Aquí no hay cariño por el fútbol, por el momento nos estamos quedando con la mano estirada.