Zygmunt Bauman*, filoso y sociólogo polaco definirá esta época como modernidad liquida y al sujeto lo comparará con un vagabundo o un extranjero, estos personajes están en un movimiento constante “El vagabundo no sabe cuánto tiempo permanecerá donde se encuentra hoy, y generalmente no depende de él cuándo terminará su estancia. Nuevamente en movimiento, fija el destino conforme y va leyendo las señalizaciones del camino, mas ni siquiera entonces está seguro si se detendrá, y cuánto tiempo, en la siguiente parada” .
Quienes más sufren esta característica son los partidos políticos y las empresas. Los sujetos ya no militan y los sujetos se cambian de empresa como se cambian de polera. Pero existe un lugar, la tierra prometida donde el tiempo se detuvo, este lugar vive de la fidelidad que los sujetos le tributan día a día. Puedes pertenecer a un solo club de fútbol en tu vida. Generalmente la ligazón con una camiseta se da por una emoción, emoción que con el tiempo se transforma en sentimiento y llega a ser una pasión. El fútbol, te ofrece algo concreto, algo sentimental e imperecedero. Los colores del club pueden ser heredados de tus padres o abuelo, adoptados por decisión propia o producto de un hito deportivo (Copa Libertadores de América y Copa Sudamericana) Todas son validas, lo que no es válido es cambiarse una vez elegida la camiseta.
Los triunfos en nuestro fútbol son: la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana (Colo-Colo y Universidad de Chile). Pero en nuestro fútbol en primera división restan 16 clubes y en primera B 14 equipos, cada equipo con sus hinchas que profesan una fe ciega en ellos, más allá de las copas, títulos o hitos. La lógica posmoderna, no aplica en el fútbol, la satisfacción inmediata es ajena a la pasión por los colores. Si ser de un equipo se tratará de satisfacción inmediata y a la puerta, que sería de clubes como O’Higgins, club que debió esperar hasta el 2013 para ser campeón del torneo nacional, en su historia bajó a segunda división y bus con hinchas volcó muriendo 16 hinchas. La capacidad de seguir un equipo de fútbol, no tiene nada que ver con el hedonismo fácil que rige la posmodernidad. El fútbol, se sufre, se llora, se ríe, se canta y se calla, por ende el fútbol no tiene concordancia con la satisfacción entregada por los aspectos banales de la vida.
Para refrendar mi opinión, los invito a escuchar los canticos de las barras de los equipos del fútbol chileno. El fútbol en Chile, es una identidad monolítica, solida, concreta e irrenunciable. La pasión por el club, el escudo, la camiseta o los colores derribarán las categorías que se aplican al sujeto en posmodernidad.
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