La fecha clasificatoria terminó el martes, sin embargo ha dejado mucha tela que cortar debido a dos actuaciones soberbias de Chile, que vienen a consolidar algunos aspectos y por otra parte a sorprender en otros. La sucia FIFA creó que esta vez no se equivoca en sus cálculos al posicionar a Chile en el quinto lugar de su lista; la roja ha demostrado ser el mejor de América, continente fundamental de este deporte. Haciendo un repaso rápido por la región: Dunga y Martino conducen a sus seleccionados a un pozo, a mi juicio solo podrán ser salvados por la calidad de las individualidades; Colombia hace rato viene desinflándose, además se ve muy despotenciada sin James y el real Falcao; Ecuador con Quinteros retomó el buen juego y en Quito será un rival de peso al igual que el reformado Perú de Gareca; con Paraguay, Venezuela y Bolivia (en ese orden) en un limbo, el histórico Uruguay se muestra el último de los contendientes inmersos en la lucha por llegar a Rusia 2018. Aunque jugadores peruanos e hinchas uruguayos por Facebook traten de agrandados a los integrantes de la roja, la tendencia dice que “no nos paran ni con brujerías” como dijo Gary Medel tras triunfar en Lima.
La base en que se sustenta el momento futbolístico que vive Chile es clara; desde el equipo de Sulantay para el mundial de Canadá, los jugadores vienen exhibiendo una actitud ganadora y un apetito insaciable de victorias. En el ámbito técnico, a partir de Bielsa se empezó a mecanizar un sistema de juego (ofensivo y de posesión) que Sampaoli ha ido perfeccionando. Por último, todo este potencial se ha ratificado con las carreras exitosas que han desarrollado los puntales de la selección. Así y todo, lo que sería razón de conformismo para cualquiera plantel o persona, para esta generación de jugadores, es insuficiente. Por eso, es imposible no impactarse al ver al equipo chileno desaprobando su accionar de juego después de conseguir un impresionante 4-3 ante los incaicos. Siendo la actitud del capitán Bravo -pateando la puerta del camarín- la imagen más decidora de la disconformidad al interior del combinado nacional. Ni los seis puntos en dos partidos, ni la noche goleadora, ni la posesión cercana al 70%, alcanzaron para que Chile se fuera en paz con lo ofrecido esa noche.
Y claro que hubo cosas para reprocharle al funcionamiento de la roja, particularmente que no acentuara la superioridad con un jugador más, mostrándose errático en los pases e impreciso en tejer el ataque. No obstante, existen más cosas para destacar que para criticar. Las dos principales: la madurez mental para imponerse en un partido oscilante y la efectividad en ataque. La personalidad de la selección no se intimida en escenarios adversos y aunque a veces es vulnerable a confusiones (como cualquier equipo), el fondo futbolístico siempre prevalece. Y para el final dejo lo que seguramente a muchos asombró y puso optimista mirando al futuro. En su historia, la selección siempre adoleció de escasez de gol, producto de una baja eficacia para provocar situaciones de peligro en el área contraria y un mediocre finiquito. Todo lo contrario al encuentro contra los del Rímac, donde en ocho remates a portería, Chile obtuvo cuatro conquistas. Fuera de la delantera excepcional de la roja con Sánchez y Vargas, son todos los jugadores de campo los que llegan bien al ataque y tienen capacidad para marcar. Cada vez es un recuerdo más lejano los tiempos del “casi, casi”.