“Ojalá que en el superclásico de lo que menos se hable sea del arbitraje” decía Gustavo Lorenzetti en la semana. La preocupación de “el duende” creo, se extiende a ambos equipos, dirigentes, hinchas y en definitiva a todo el que le interese el fútbol. La razón es simple: el arbitraje define resultados y lamentablemente en Sudamérica es un desastre. Antiguamente, debido a la nula tecnología, a la menor cantidad de árbitros en cancha y a la preparación de estos mismos, eran más justificables las equivocaciones, pero con todos los avances en materia referil, es vergonzoso ver como fallan los hombres de negro, domingo a domingo.
Osses, Polic, Osorio, Puga, Tobar, Bascuñán y Gamboa (el árbitro designado para el superclásico del Sábado) son algunos de los jueces más importantes de fútbol chileno. Estas personas no están haciendo bien su trabajo. Tomando solo el campeonato actual como referencia, han existido múltiples errores que no son una mera jugada polémica para analizar en un programa deportivo, sino que son hierros que determinan el marcador final. Sin in más lejos, Osses y Polic fueron excluidos de la fecha 8 por su pésimo rendimiento en la 7. Osses desvirtuó completamente el partido de O’Higgins con Universidad Católica y Polic ensució hasta decir basta, el encuentro entre Cobreloa y Cobresal. Errores los comete cualquiera, pero cuando son sistemáticos y periódicos, ya es un problema de calidad.
Los que ven las ligas Europeas podrán coincidir conmigo en que en el viejo continente el arbitraje es correcto. Sin desestimar, que los jugadores ayudan mucho, porque simulan y reclaman menos, y son más cooperativos en todo sentido. Pongo el ejemplo europeo para que entendamos que no es que la profesión de árbitro sea imposible, el réferi que es bueno impartirá justicia como corresponde (con un margen de error, por supuesto). El miércoles vivimos una excepción a la regla. El experimentado arbitro Björn Kuipers –final Champions League 2014 y final de UEFA League 2013- tomaba en sus manos el destino del cotejo de octavos de final entre Chelsea y PSG. Corrían 30 minutos del primer tiempo cuando Oscar e Ibrahimovic se barren por la disputa de un balón, chocando violentamente. Zlatan al haber ido a destiempo (eso sí, con la pierna encogida) merecía amarilla, sin embargo el volante brasilero se retorcía en el suelo y todo los blues encaraban a Kuipers, quien prefirió darle en el gusto a los locales. ¿Cuatro árbitros no vieron la jugada o el árbitro fue localista?. Condicionado el partido, al árbitro holandés no le quedó otra que utilizar la vieja ley de las compensaciones, dejando pegar al PSG deliberadamente, haciendo vista gorda a las constantes infracciones de los franceses. A su vez, los ingleses, sobretodo Costa, devolvían las patadas, pero ya era tarde para el réferi, el partido se le había ido de las manos. Lo interesante, es que al final la voluntad de los futbolistas pudo más y lograron desarrollar uno de los mejores partidos de los últimos tiempos. Y no creo que sea acertado, decir que con sus errores los árbitros le dan más emoción al partido, para mí a un buen partido debe solo dejar jugarse, así como pasó en el partido del Real Madrid con el Schalke 04.
Penosamente, el arbitraje es un enemigo del fútbol. Por la testarudez de la FIFA en relación a no implementar mayor cantidad de métodos tecnológicos en el fútbol, el balón pie está cayendo en un vacío teórico o legal. Este deporte es cada vez más rápido y vertiginoso, por eso es muy difícil que personas sin la ayuda de un monitor, por ejemplo, puedan atinar en una decisión arbitral. También hay que considerar el factor de los nervios, resulta muy complejo para un ser humano ser un digno juez cuando hay un fervor mediático y de los aficionados cada vez mayor encima de él.
Se podrían dedicar varias columnas a los pésimos cometidos del cuerpo arbitral en los encuentros entre Colo Colo y Universidad de Chile, muchos de estos han sido definidos por la terna arbitral. Como dijo Lorenzetti, esperemos que finalizados los 90 minutos no estemos comentando el arbitraje, y si fuera así, que la entrega de ambos equipos consiga que, como sucedió en Londres, el fútbol termine ganando.
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