La competencia entre Claudio Bravo y Ter Stegen es un espectáculo aparte. Ambos han estado sacando chispas desde el comienzo. Al principio la rivalidad se mantenía soterrada, pero la definitiva alternancia en la portería, dispuesta por Luis Enrique, desató una tensión en ascenso. Si bien Enrique encuentra en la dupla de arqueros la misma garantía y quizá no se define por uno para que el otro no se vea menospreciado, el efecto final es: la inestabilidad psicológica del chileno y el alemán. Cuestión que todo profesional debería poder tolerar sin problemas. El tema es que aunque aparezcan periodistas como Juan Cristóbal Guarello que califican como delirantes las conjeturas generadas en torno al arco blaugrana, es evidente -la prensa internacional y nacional lo advierte- que la pelea por el puesto de arquero no es una taza de leche ni un jardín de rosas. Todos los trascendidos y señales apuntan a que cada vez que uno de los guardametas lanza el guante el otro lo recoge. En un cuadro serio como el Barcelona nunca lo van a decir, no obstante, bajo los tres palos existe más que una leve fricción.
Entrando en el análisis más fino. Creo que el ímpetu de Ter Stegen lo tiene algo descontrolado, llevándolo a taimarse en variadas ocasiones. Esa ambición desbordada lo tiene al filo de la conducta antideportiva. Al igual que Justo Villar de Colo Colo (aunque el paraguayo supo parar), el teutón utiliza la prensa cada vez que puede para pedir la titularidad. La última fue “Me encantaría jugar la Liga, pero veremos qué es lo que decide el entrenador”. Para mí, esta frase es un despropósito y una presión indebida. Es cierto que la esposa de Claudio Bravo también se equivocó al cuestionar al técnico catalán, la diferencia es que la crítica no salió de la boca del ex arquero de Colo Colo, en lo que si hubiera sido un verdadero posicionamiento mediático, totalmente contraproducente. En Europa no gustan de la simulación de Gonzalo Jara, la rebeldía de Víctor Valdés ni de los mensajitos por la prensa. Por lo que -si es que ya no vino- tendría que venir una orden desde el cuerpo técnico para que la ropa sucia de los guardavallas empiece a lavarse en casa.
Es casi seguro que las cosas no cambiarán en relación al semestre pasado; Bravo jugará la Liga y Stegen, Copa del Rey y Champions. Más partidos para el criollo, mejores partidos para el germano, esa es la distribución salomónica que hasta ahora conserva Luis Enrique. En esta disputa, Bravo obtuvo ventaja al ganar la Copa América y Stegen comerse 8 goles -con mayor o menor responsabilidad- en dos partidos. Y además, sumando y restando, el arquero nacional ha sido más solvente que su colega durante la temporada según los especialistas. No por acciones circunstanciales, sino que porque la experiencia lo ha convertido en un portero completo. A lo que Stegen no puede decir lo mismo. Bajo los tres palos el alemán es infalible, sin embargo da poca seguridad en los centros, no maneja bien el juego de pies, es deficiente al ordenar la defensa y más encima no lo acompaña el idioma.
Lo más probable es que detrás de la elección de Luis Enrique no haya una conspiración anti-Bravo, anti-chilena o anti-sudamericana operando y que sus decisiones se han limitado a fundamentos técnicos en beneficio del Barcelona. Aunque de todas formas, es difícil que no genere suspicacias ver al ganador del premio Zamora y campeón de la Copa América en el banco. El dt del barca tiene antecedentes de animadversión en contra del golero nacional, como cuando lo relegó a la banca en el último partido de la liga pasada (quitándole el record) o al no colocarlo ni un segundo en la Champions anterior (para que estuviera estadísticamente en el equipo campeón). ¿Y si existe una deliberada antipatía por parte de Luis Enrique hacia Bravo? ¿Y si Stegen y Bravo han traspasado conflictos al camarín? Tendremos que esperar varios años para que una biografía no autorizada nos narre detalles.