Fue un final apoteósico, un desenlace heroico, épico, propio del mayor espectáculo que el fútbol puede deparar. Costa Rica y Holanda dirimieron en los penaltis un duelo que los costarricenses defendieron como quien sólo con orgullo puede hacerlo, pero que acabaron por llevarse los holandeses gracias al acierto del portero Krul y a la destreza de Van Gaal, que cambió de guardameta justo antes de la tanda leyendo antes que nadie lo que pasaría.
El choque, antes de eso, sólo fue de una dirección. A diferencia de otros partidos Holanda tuvo que dominar y Van Gaal así lo entendió desde el principio. Su 3-4-3 abría mucho el campo, convertía en un desierto la zona por la que sus extremos debían pasar, el lugar más accesible hacia la portería contraria. Se las sabe todas el bueno de Louis, que ya sufrió lo indecible en el atasco de octavos frente a México ante un rival con el mismo dibujo de cinco atrás. Abrir el mayor número de ventanas era necesario para que el aire fluyese hacia Keylor Navas. A Costa Rica no le sorprendieron las intenciones holandeses y se dedicó a mantener el orden y rezar a Keylor, principales señas de identidad de este equipo. Sus mordiscos en ataque pasaban por el ingenio de Bryan Ruiz, más centrado, y el desborde de Campbell, más acostado en la derecha, seguramente el resquicio que el técnico colombiano vio en la defensa holandesa por la zona de Blind.
A Holanda no se les dio mal conducir el partido, pese haberse dedicado a contragolpear durante todo el Mundial. Tiene jugadores como para hacerlo y poco a poco fue surcando la frondosa selva costarricense como si fuera en una canoa silenciosa. Robben lideró desde la derecha, Depay puso picante por la izquierda y Van Persie aguardó con la caña en el área. Todo manejado por Sneijder, fantástico, jefe de operaciones desde una posición más retrasada de la habitual. El plan era perfecto si no fuese porque enfrente estaba Keylor Navas, enorme una vez más.
El guardameta coloreó de nuevo su actuación con varias pinceladas de portero de altura. Primero sacó por bajo ante Van Persie, después al primer palo ante Depay y por último en una falta que le cogió a contrapié ante Sneijder. Todo un repertorio. Tres intervenciones, tres milagros más que sumar al fabuloso torneo del portero del Levante. Seguramente merezca un contrato mejor tras el Mundial, pero lo que no habría dudas es en que merece una estatua en la Plaza de la Democracia, el centro de las celebraciones en San José. Tenía mucho más que hacer Holanda para superar al ángel de la guarda tico, firme de piernas, henchido de moral.
No sólo por él, sino porque los tres centrales costarricenses salvaguardaban su portería como si de una fortaleza se tratase. Es encomiable el trabajo defensivo de Pinto, capaz de dejar en poco o nada a los mejores ataques del mundo. Ocurrió con Uruguay, con Italia, con Inglaterra y esta vez con Holanda. El dominio se mantenía, pero las ocasiones fueron menguando. El ritmo bajó, los ánimos también. Trató de aprovecharlo Costa Rica en un par de acercamientos, poca cosa, aunque su misión real estaba en protegerse de las garras de Holanda, por poco afiladas que estuvieran. Así son estos equipos. Con muy poco siembran el pánico y quien se encargó de recordarlo fue Sneijder con un lanzamiento de falta al palo, casi al final. Keylor Navas, en vez de asustarse, repelió poco después otro tiro de Van Persie y vio cómo el milagro se hacía más grande justo antes de la prórroga con un balón que sacó Tejeda bajo palos de forma inverosímil tras tocar también el larguero. No había forma de profanar su templo. Era sagrado.
Holanda chocó y chocó sin dar con la fórmula. Lo probó a balón parado, remató Vlaar para facilitar otra palomita de Keylor Navas, insistió como sabiendo que sólo la inspiración de Robben podía sacarle de aquel laberinto. Van Gaal puso cuatro delanteros, frente a los cinco defensas constarricenses y el riesgo de que el destino lo decidieran los penaltis. El abismo era inmenso. La fatalidad, total. Ureña tuvo el pase de Costa Rica, incluso, pero hizo lucirse a Cillessen en un final dramático, más aún cuando Sneijder se cruzó con el larguero en el último aliento holandés. Los penaltis definirían el ganador de tan asombrosa batalla y hasta en eso el partido pasó a la historia. Van Gaal retiró en el último minuto al portero Cillessen y puso a Krul, más especialista en la materia, la única manera también de cambiar las sensaciones previas a una tanda en la que tanto importa la psicología. Le salió redondo al técnico, pues el guardameta del Newcastle paró los lanzamientos de Bryan Ruiz y Umaña y acabó con el sueño inolvidable de Costa Rica y de Keylor Navas. No sólo eso. Demostró que el fútbol escode atajos y recovecos imposibles de imaginar, únicos de descifrar. Van Gaal los intuyó.
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