Es obvio que Colo Colo está cumpliendo una buena campaña, los números lo avalan y el nivel de juego, sin impresionar, también. José Luis Sierra ha sabido implementar su estilo de fútbol pragmático al equipo y los jugadores han sabido adaptarse sin problemas a él. No obstante, existe una constante que podría echar por suelo las aspiraciones colocolinas de obtener la Copa Chile y el Campeonato Nacional. Este elemento negativo que se repite al interior de la institución de Macul es el descontrol. El cacique se ha estado dinamitando desde adentro. Al exabrupto de Humberto Suazo se le añaden otros problemas internos. Para el superclásico, la barra ingresó con elementos prohibidos como bombo y bengalas (se repitió con la unión) y la infraestructura del Monumental presentó irregularidades, ambas situaciones propiciaron una denuncia de Estadio Seguro que podría significarle una multa millonaria al club. Además, los discípulos del “coto” contabilizan cuatro expulsados en siete partidos. Tarjetas rojas que en su mayoría son originadas por el descriterio. La patada frontal o “plancha” de Claudio Baeza en la semifinal de la Copa Chile es conductualmente un desacato e irresponsabilidad muy clara, que en mi opinión responde al exceso de confianza, disposición psicológica que puede ser muy peligrosa en lo que resta de competición.
Al cacique no le sobra nada, condición que frente a Universidad de Chile quedó más latente que nunca. No exhibe un fútbol arrollador, trastabilla cuando lo aprietan y le cuesta gobernar impulsos, para andar relajándose. Dirigencia, hinchas y plantel tienen que aplicarse porque está temporada no es carrera corrida. Además, la cuenta de ahorro de Colo Colo es cero -producto de mediocres aventuras en torneos internacionales- para con sus seguidores. Esto pensando, que un club de fútbol en estos tiempos es un producto de mercado más, que como tal, depende de la oferta que entregue y de la recepción de los “clientes-hinchas” como diría David Pizarro. Hasta ahora la oferta de la institución alba tiene conforme a la familia colocolina, pero no extasiada como en épocas anteriores. Por eso mismo, no hay margen de error. En lo deportivo, la Universidad Católica acecha solo a dos puntos y el descuento anotado por Unión Española dejó una llave muy abierta en la vuelta de la semifinal. En lo económico, Blanco y Negro no es una concesionaria que le sobre la plata para darse el lujo de pagar multas millonarias por errores de coordinación y debido al comportamiento de la barra.
Es cierto que en todo equipo pueden surgir conflictos coyunturales como sucede en el Chelsea con Mourinho o en el Real Madrid con Benzema o en el mismo cacique cuando discutían por la titularidad de la portería, sin embargo lo de los albos por momentos parece caótico. En la cancha, a los jugadores se les “corta la cadena” de manera inexplicable. En los últimos casos, Pavez escupe a un rival, Fierro pisa a su oponente, Valdés se arriesga persiguiendo al árbitro y luego lo derriba, y Baeza, controlando el partido 2-0, pega una patada criminal. De todos los problemas, seguramente el de los excesos por parte de los hinchas es el más complicado de resolver, aunque si la organización del club no puede colocar correctamente unas reja y ni los propios futbolistas se auto controlan, es difícil una pronta armonización. Todo esto aparenta demasiada rigurosidad, pero cuando los clientes-hinchas están pagando entradas carísimas, adquiriendo los abonos y comprando merchandising para procurar una buena gestión de Blanco y Negro, y por consiguiente, la excelencia deportiva, ningún argumento suena exagerado.