Los técnicos de los tres equipos más grandes de Chile han estado en una zona de conflicto durante el inicio de las copas nacionales. Haciendo un recuento breve: El entrenador de la UC, Mario Salas, fue llevado a tribunales por la ANFP (al final no fue castigado) acusado de realizar declaraciones “impertinentes” respecto al calendario del torneo y el mal estado de una cancha; Martín Lasarte, estratega azul, se le cuestionó por viajar a Uruguay entre fechas; y el técnico albo, José Luis Sierra, fue advertido por la dirigencia sobre el trato hacia los jugadores. En cualquier actividad mediatizada de estos tiempos estar en tela de juicio es casi lo mismo que haber cometido un error. Eres culpable hasta que se demuestre lo contrario. Ese es el gran precio que deben pagar los personajes de exposición masiva. Todo deben reprimirlo, sino el hipócrita puritanismo de la sociedad chilena les cae encima con todo el rigor de la moral y las buenas costumbres. Esta vez le pasaron la boleta a los tres entrenadores aludidos, sin razones de peso o argumentos sólidos. Las autoridades tan solo se basaron en el convencionalismo de conservar el estatus quo a toda costa. Las declaraciones de Salas fueron hechas con respeto y fundamentos válidos; Lasarte, como el mismo explicó, había avisado de su legítima ausencia a dirigentes y jugadores; y Sierra únicamente fue fiel al mismo estilo por el que lo trajeron y ahora lo critican. ¿Cuál es el pecado?
Pero todo este mal entendido y posterior reproche social (hinchas, prensa, dirigentes) tiene una razón de ser muy simple: así como a los jugadores les pesa la camiseta, a los entrenadores les aprieta la banca. Y no hablo de que este trio de adiestradores no esté capacitado para conducir equipos poderosos, lo que sucede más bien es que todos ellos poseen una personalidad cargada a la sensibilidad, son de esos tipos a los que se les califica como muy humanos. Característica que en las profesiones ligadas al fútbol (y casi todas en menor o mayor grado) encontrará una serie de obstáculos que deberán sortear los portadores de esta, para consolidarse al mando de un equipo. Tratando de entender la preocupación de los clubes, es posible explicar los problemas internos, diciendo que en el lado negativo de estas personalidades más emocionales se encuentran las actitudes pasionales, de las que todo líder debe cuidarse. En el caso de Salas, las vemos en sus dichos sin filtro y sus constantes arrebatos al borde de la cancha que lo han llevado a ser expulsado en reiteradas ocasiones. En la U, según fuentes internas, están desconcertados con Lasarte por su desconexión con dirigentes y jugadores. Manifestada en un estado psicológico con tendencia a la introspección y a la depresión. Pocas veces se ha visto al charrúa alterado, como cuando le preguntaron por su visita familiar a Uruguay. Por parte de Sierra, la situación es parecida a la de su colega azul. Dueño de un temperamento retraído, al Coto, le ha costado cohesionarse con su nueva institución.
Ser profesional se ha convertido en sinónimo de ser autómata. En estos tiempos, ser pro no entra en la misma habitacion con las sensaciones oscilantes de la vida. Estos tres tristes técnicos lo han vivido en carne propia y hasta ahora se mantienen en pie, porque sin duda tienen calidad de sobra. Fuera de este intento homogeneizador de la sociedad, las críticas hacia ellos también tienen que ver con generar una presión que garantice resultados. Son como látigos que buscan despertar al empleado de un ensimismamiento improductivo para los intereses económicos de la empresa. A Salas le marcaron la cancha desde la ANFP y a Sierra desde Blanco y Negro. Y aparentemente, Lasarte está sufriendo una pequeña rebelión interna. Cuando una particularidad se le hace ajena o peligrosa al sistema, este lo expulsara en forma de reordenamiento. El sistema del fútbol chileno no está a gusto con Machete, El Comandante y El Coto, y se los está haciendo saber. A los DT’s no les va a quedar otra que no hablar mal de las autoridades, conversarlo todo con los jugadores referentes, estar permanentemente en contacto con los dirigentes, alinear a los futbolistas más caros, regalonear a la prensa, etc, etc, etc y amoldarse en definitiva a la plantilla establecida.